Alfredo Vera es Ingeniero Agrónomo, al igual que su socio Santiago Pérez. Ambos se dedican a un sector de la sanidad vegetal, que se encuentra actualmente en auge y son la punta de lanza en investigación y desarrollo. Desde que en 2007 fundaran su empresa -Agrogenia- han pasado del asesoramiento a la fabricación de bioestimulantes y biofertilizantes. Hoy son un equipo de 15 profesionales altamente capacitados, que han logrado contar con una amplia colección de microorganismos. Alfredo, se considera más gestor que asesor, y en esta entrevista nos ha querido mostrar cuál es su labor y su apuesta por la sostenibilidad y rentabilidad de las explotaciones agrarias; y de qué manera están siendo pioneros en proyectos de I+D dentro y fuera de nuestras fronteras. Una compañía sólida que se está ganando el respeto e interés de grandes marcas.
Carmen Egea. Responsable de Comunicación del COIAA
¿Por qué eligió la profesión de Ingeniero Agrónomo?
En mi caso fue por una combinación de factores propios de mi perfil: habilidades y afinidades para las ciencias y la investigación y además tenía pasión por el campo y la naturaleza. Si a eso además le unes que las ingenierías, en general, potencian el pensamiento analítico para resolver problemas, consideré que eso era clave, para el desarrollo de una carrera profesional y para afrontar los desafíos a los que luego nos enfrentamos en el día a día.
Con el tiempo percibí que la capacidad analítica era uno de los principales valores que me había dado la carrera. Este ha sido para mí, a lo largo de mi carrera, uno de los mejores y mayores valores que me ha aportado estudiar ingeniería agronómica.
¿Cree que esa capacidad de las que habla es algo común a otras ingenierías?
Yo creo que sí. La necesidad de estudiar las ciencias, las matemáticas, la física, la química, son propias a todas las ingenierías. La velocidad a la que tienes que prepararte, razonando, memorizando y analizando, te obliga a acelerar ese proceso mental. Creo que eso es propio a todas las ingenierías y quizá la diferencia es que la agronómica, se especializa en una serie de habilidades específicas como la biología, la fisiología…, pero con un sentido más pragmático sobre la realidad de los cultivos. Y esa capacidad aporta mucho a la hora de resolver problemas técnicos de campo de una manera eficaz.
"La velocidad a la que tienes que prepararte, razonando, memorizando y analizando, te obliga a acelerar ese proceso mental y creo que eso es propio a todas las ingenierías"
¿Cómo cree que percibe la sociedad la profesión?
Todas las ingenierías en general son muy valoradas debido, como decía, a que son capaces de resolver problemas complejos. Es evidente la importancia que tienen y la velocidad a la que avanzan la ciencia y tecnología.
En las labores técnicas de campo, se abre ahora un nicho muy interesante con el Cuaderno Digital de Explotaciones, ¿cuál es tu opinión?
Efectivamente, la profesionalización del sector agrícola. Esto está llevando a una mayor demanda de ingenieros agrónomos y por lo tanto eso se deberá de valorar y reconocer de esta carrera en particular.
Hay en este sentido escasez de ingenieros agrónomos. En el tema específico del Cuaderno Digital de Explotaciones (CUE), los ingenieros agrónomos son los que firman esos cuadernos, y aunque es el agricultor es el que ejecuta y sigue las directrices del ingeniero. Es una forma de poner en valor al ingeniero, que ofrecemos la garantía de que los que se ha hecho está bien. Es un servicio más, un servicio nuevo y realizado por especialistas.
"En la última década es cuando se está empezando a producir un cambio de paradigma en la forma de hacer agricultura"
¿Cómo cree que está viviendo el agricultor en su día a día el tema de la sostenibilidad?
Vamos a partir de la base de que tanto la agricultura como el agricultor, todavía es un segmento muy tradicional. La media de edad está en torno a los 65 años y hay una clara resistencia por formación cultural al cambio. Unido a que llevamos más de un siglo trabajando con químicos (hablando de fitosanitarios y fertilizantes). En la última década es cuando se está empezando a producir un cambio de paradigma en la forma de hacer agricultura.
¿Puede ir esa resistencia asociada también a los costes que tienen que asumir?
Los fertilizantes químicos no son mi mejores ni peores que los fertilizantes biológicos; pero es algo que los agricultores llevan usando más de un siglo, y es natural la resistencia al cambio. La necesidad surge al dirigirnos hacia una agricultura más sostenible, respetuosa y amigable con el medio ambiente. Pero el agricultor tiene que mirar a corto plazo para hacer su economía rentable, su explotación. Y al final, la sociedad lo que está pidiéndoles, es que hagan la agricultura más sostenible a largo plazo. Entonces la resistencia al cambio, la entiendo lógica, pero claro, hay un impulso para que este cambio se produzca por la vía de la administración.
Nosotros hemos venido observando, que el uso de químicos en la agricultura estaba teniendo un efecto negativo en el medio ambiente; en la estructura de los suelos, lo que a su vez, también iba a afectar a largo plazo en la rentabilidad y en la sostenibilidad. La dependencia cada vez mayor a los insumos químicos, y su afectación al medio ambiente, resulta insostenible a largo plazo. Por eso, era necesario implementar un cambio en las técnicas de cultivo, para hacerlo de una forma más saludable y amigable con el entorno.
"Las políticas europeas que están promoviendo la reducción constante de uso de químicos, establece una hoja de ruta para lograr un sistema alimentario más sostenible y saludable"
Las políticas europeas que están promoviendo la reducción constante de uso de químicos, además con la agenda 2030 “Farm to Folk”, establece esa hoja de ruta para lograr un sistema alimentario más sostenible y saludable. Todo promovido porque las administraciones quieren acelerar ese cambio porque la sociedad además está demandando productos más saludables.
¿Cómo transmitimos a la sociedad esos matices entre fertilizantes, biofertilizantes, etc?
Toda esta nueva normativa trata de establecer los criterios. No hay una denominación -la de los biofertilizantes por ejemplo- que esté estipulada en el reglamento. Existe el concepto de fertilizantes a base de microorganismos, que nosotros denominamos externamente como fertilizante biológico o biofertilizante. Pero un biofertilizante puede no estar hecho a base de microorganismos, como los que están hechos a base de materia orgánica, algas… porque tiene una componente orgánica. El “BIO” se había asociado anteriormente a aquello que se consideraba natural. Se trata de ir dándole forma y como la UE saca una nueva legislación en la que no habla de biofertilizantes, sino que habla de bioestimulantes; diferencia los bioestimulantes con microorganismos o sin microorganismos.
Entonces al final está la confusión de “¿un microorganismo es un bioestimulante o un biofertilizante?”. Esto parece muy ambiguo.
"Un biofertilizante está orientado a la nutrición de la planta y el bioestimulante estimula a la planta. Lo que hacemos es acelerar y potenciar esos mecanismos que tiene la planta para crecer"
Un biofertilizante es aquello que va directamente dirigido a aportar nutrición a la planta (nutrientes como nitrógeno, fósforo, potasio y microelementos, etc); una bioestimulación está directamente asociada a intervenir en las cadenas metabólicas secundarias de la planta (estimula a la planta). Lo que hacemos es acelerar y potenciar esos mecanismos que tiene la planta para crecer.
¿Conocemos un poco Agrogenia Biotech?
Hoy por hoy somos una compañía compuesta por un equipo de 15 personas, con una apuesta potente en investigación y desarrollo. Contamos con profesionales altamente cualificados: 2 doctores en microbiología, biólogos, varios ingenieros agrónomos, ingenieros industriales, etc.
"Decidimos montar la fábrica para poder producir los microorganismos en Andalucía y es algo que tenemos que poner en valor"
Empezamos a trabajar con microorganismos que comprábamos fuera de España. Cuando nos vinculamos con diferentes centros de investigación (entre los que se encuentra la Fundación para la Investigación de la Universidad de Sevilla), a través de nuestro asesor científico, Manuel Mejías, empezamos a evaluar la posibilidad de fabricar. Porque la calidad y riqueza con la que venían los inoculantes de fuera no era la que queríamos tener, siendo para nosotros bastante deficiente, por lo que decidimos montar la fábrica para poder producir los microorganismos en Andalucía y es algo que tenemos que poner en valor.
¿Algunos hitos alcanzados?
Entre nuestros hitos está el haber conseguido tener una capacidad de producción, que ha requerido el equipamiento altamente tecnológico de calidad farmacéutica y todo el conocimiento necesario para tener una colección de microorganismos propia para poder producirla.
Y estamos apostando por una línea futura que va a ser la de biomoléculas. Microorganismos puros, aislados de los suelos de nuestro territorio que han sido transferidos. Ninguno ha sido producido por ninguna multinacional. Las Universidades que trabajan con microorganismos, los aíslan del suelo y los caracterizan (identifican genéticamente) y ven sus cualidades si son buenas o malas y si pueden ser potencialmente utilizables como beneficiosos.
Todo microorganismo que esté en la calle proviene de un centro de investigación. Nosotros los conseguimos a través de convenios de transferencia tecnológica, nos los transfieren y nosotros hacemos todo el trabajo después de transferencia al campo: producimos el producto, lo formulamos, lo probamos en el campo y vemos si es válido y podemos ampliar su comercialización.
Un trabajo para nosotros apasionante porque los microorganismos se llevan trabajando muchas décadas a nivel científico, pero a nivel práctico en la agricultura, no lleva más de 10-15 años. Desde que empezamos, parece que en los últimos dos años, el mercado está más receptivo.
“Microorganismos realmente conocidos de los que hay en la tierra, no se conoce más de un 2%, quedan muchísimos microorganismos por encontrar”
No obstante, es un aspecto que está aún en un nivel un poco embrionario. Tenemos lo suficiente para poder avanzar y poder utilizarlos en la agricultura, pero microorganismos realmente conocidos de los que hay en la tierra, no se conoce más de un 2%. Todavía quedan muchísimos microorganismos por identificar, y de ese 2% de los que se conocen, no se conocen cómo son sus resultados en el campo.
Nos encontramos en un camino enorme para seguir investigando.
¿Podemos decir que sois pioneros en este mercado tan interesante?
Sí, podemos decirlo. La clave está en que aquí hay un tema de pulmón financiero y pulmón comercial interesante que analizar.
“Estamos en un cambio de paradigma en la forma de hacer agricultura, estamos siendo protagonistas de un cambio, de lo químico a lo biológico”
En el tema de microorganismos, fabricantes en España no hay más de una decena, y todas las empresas empezaron a nivel muy pequeño. Ninguna multinacional dio el primer paso para investigar sobre microorganismos o productos basados en ellos.
Cuando estas empresas pequeñas han ido creciendo, las multinacionales han empezado a interesarse y se están produciendo ahora mismo, procesos de compra o de absorción o de colaboración. Los que no se apunten perderán mercado. Por lo tanto, son estas empresas potentes las que son o van a ser capaces de impulsar y acelerar el cambio hacia lo biológico.
Las empresas más modestas o pequeñas, necesitamos mantener el pulso de esta iniciativa de la que somos pioneros, y tratar de ser capaces de tener ese apoyo financiero y comercial de alguien con potencia en el mercado; para aprovechar la notoriedad y la confianza a la velocidad que requerimos.
Estamos siendo capaces de provocar un cambio de paradigma en la forma de hacer agricultura. Estamos siendo protagonistas de un cambio, en el cambio de lo químico a lo biológico, somos los protagonistas del cambio. Nuestra generación fue la que impulsó el cambio y eso quedará escrito.
¿Existe un equilibrio entre esa financiación que hace falta, con los requisitos y exigencias que están pidiendo para dar ese paso de lo químico a lo biológico?
Si nosotros hemos recibido ayudas para llevar a cabo este proyecto, es porque está alineado con lo que son los objetivos europeos y de España. Aunque la legislación está siendo demasiado restrictiva a la hora de adaptarse al reglamento en lo que a productos con microorganismos se refiere, tanto en España como a nivel europeo. El reglamento está siendo difícil de acometer, lo que provoca una ralentización para poder adaptarse este tipo de producto. Me consta que en otros países estos reglamentos no están siendo tan restrictivos. Entonces, si Europa trata de avanzar en este sentido, siendo referentes a nivel mundial, al final con tantas restricciones puede que acabemos quedándonos atrás.
La administración está obligando al agricultor al cambio. En ese cambio, le dice que cada vez tiene menos herramientas fitosanitarias posibles para usar, con lo cual el agricultor pide si no una herramienta, al menos otra, pero para ello debe haber productos con microorganismos registrados y las medidas para registrarlos están siendo muy tediosas.
En nuestro caso, hemos tardado 3 años en registrar un producto y la administración tarda en responder, cuando tenemos en cartera 4 o 5 productos esperando. La realidad es que, no se tarda en producir un producto.
“No se tarda en producir un producto con microorganismos, sino en registrarlo”
Hay mercado en otros países. De hecho, hemos realizado acuerdos muy interesantes con la República Democrática del Congo; con quienes llevamos dos años trabajando en un proyecto en el que les estamos demostrando que el uso de microorganismos les va a facilitar no ser dependientes de lo químico.
Para una explotación, el impacto del uso de bioestimulantes, ventajas e inconvenientes…
No existen inconvenientes porque hablamos de microorganismos vivos beneficiosos demostrados a través de centros de investigación públicos. Por lo tanto, con un uso en convivencia con los químicos (porque no van a desaparecer, sino que se va a reducir su uso), pues son herramientas valiosas para los agricultores.
“Los productos basados en microorganismos son la mejor herramienta para recuperar la salud y la vitalidad de los suelos”
El único hándicap que podemos encontrar es la resistencia del sector al cambio, porque las ventajas son que los productos basados en microorganismos son la mejor herramienta para recuperar la salud y la vitalidad de los suelos.
Un suelo sano será menos dependiente del químico y por lo tanto tendremos cultivos que crecerán más saludables y las explotaciones van a ser más rentables. Además, a la explotación le va a permitir cumplir con los requisitos impuestos por las políticas agrarias y con el código de buenas prácticas, y por supuesto, va a cumplir con los estándares de calidad que demanda la cadena de comercio: producir de una manera más saludable.
En cuanto a costes, en nuestro caso, demostramos que la reducción entre un 40-50% de las unidades fertilizantes, no va a repercutir sobre el rendimiento del cultivo y el coste es más o menos similar. Si yo recorto en abonos químicos, es más o menos lo que costará lo que usaré con biofertilizantes. Lo que quiere decir que no va a haber incremento del coste, sino que en cambio, el agricultor va a obtener mayor rendimiento, va a ser más productivo.
¿Qué valor aporta un ingeniero agrónomo?
Un Ingeniero Agrónomo es clave para afrontar los desafíos que hay en la agricultura actual, en este cambio de lo químico a biológico. Estamos preparados para aprender rápidamente y adaptarnos a las nuevas situaciones, por el pensamiento analítico y resolutivo. El mundo está cambiando en cuanto a tecnologías y ciencia a una velocidad bastante rápida, sobre todo en el campo en digitalización, automatización, políticas europeas, etc. Se requieren personas capacitadas y dispuestas a adaptarse para abordar estos desafíos en investigación y desarrollo, así como en la aplicación práctica de soluciones sostenibles y eficaces.
¿Cuáles crees que son los retos de la profesión en este ámbito?
Primero que hay que cubrir la demanda porque hay escasez de ingenieros agrónomos.
Luego, nuestras generaciones fueron educadas en lo químico y el cuidado del suelo como soporte vital de los cultivos no estaban como prioridad. El primer reto, sería que esos técnicos usen su capacidad de aprendizaje que le ha dado la preparación académica, para poder impulsar el cambio. Y a los que ya se están formando más acorde a lo que se denomina hoy economía circular, les diría que usen la energía de la juventud para acelerar el cambio. Que tengan una actitud de esfuerzo y adaptación para hacer frente a los que la sociedad y las empresas demandan, personas dispuestas a tener un aprendizaje continuo.