Entrevista
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14/10/2025

Formación avanzada y tecnología inteligente: el nuevo ADN del ingeniero agrónomo

Francisco Martín Rodríguez, colegiado del COIAA, ha construido un perfil profesional que une la ingeniería agronómica con la inteligencia artificial, el análisis de datos y la programación

Francisco Martín descubrió en el máster que la ingeniería agronómica es una herramienta estratégica para generar valor, anticipar necesidades y diseñar soluciones con impacto. “El máster me habilitó y me dio los primeros pasos en este tema. Me conectó con los datos, con los modelos predictivos y con la posibilidad de crear valor real”, recuerda. Para él, la diferencia entre el grado y el máster es clave: mientras el grado prepara para resolver problemas operativos, el máster permite avanzar hacia una visión más integradora, capaz de unir conocimiento técnico y desarrollo tecnológico, todo con una visión de futuro.

Desde entonces, su trayectoria ha estado marcada por la inquietud de unir el conocimiento agronómico con el desarrollo tecnológico. “No vamos a montar la arquitectura de una inteligencia artificial, pero sí podemos definir qué valor debe generar. Hoy existen plataformas sin código que permiten prototipar ideas y validar su impacto antes de invertir. El ingeniero agrónomo puede ser ese vector entre el campo y la informática”.

El valor oculto de los datos

Francisco insiste en que el verdadero potencial está en saber traducir la experiencia del sector a soluciones tecnológicas útiles. “Los ERP de las cooperativas, por ejemplo, son minas de información. Muchas aún no son conscientes del valor que tienen sus datos. Y si no hay alguien que traduzca esa necesidad al lenguaje informático, el potencial se pierde”.

También reivindica el papel de los perfiles senior en este proceso. “Aunque no tienen generalmente formación en trazabilidad de datos, poseen una experiencia que los convierte en un valor imprescindible. Son quienes mejor conocen el negocio agrario, y su conocimiento es clave para seleccionar variables, interpretar resultados y dar sentido a los modelos. La tecnología necesita esa base para ser realmente útil”.

Una llamada a las nuevas generaciones

“La revolución tecnológica no tiene manual. Los ingenieros agrónomos tienen que escribirlo desde su conocimiento del territorio, de los cultivos, de las personas. Tienen que preguntarse cómo pueden aportar valor en este nuevo escenario, cómo pueden conectar su formación con las herramientas que están transformando el mundo” y es ahí donde está el futuro.

Francisco insiste en que el impulso debe venir de los jóvenes, pero con el acompañamiento de los perfiles senior, cuya experiencia es clave para dar sentido a los datos y construir soluciones coherentes. “La ingeniería agronómica tiene que estar en el centro, porque la alimentación es soberanía. Y cuando entendemos lo que está en juego, descubrimos que esta profesión no solo tiene futuro: tiene una responsabilidad histórica”.

Inteligencia artificial

Aunque para muchos profesionales la inteligencia artificial sigue siendo un concepto difuso que causa cierta confusión, este ingeniero agrónomo lo tiene claro: su utilidad depende de quién la guía. “La IA no conoce el contexto. Necesita que alguien le diga qué es coherente, qué tiene sentido. Y ese alguien es un profesional del sector”, afirma. Para él, el papel del ingeniero agrónomo no es competir con los desarrolladores, sino aportar conocimiento aplicado que dé sentido a los modelos. Por ejemplo, mediante la técnica RAG (Retrieval-Augmented Generation), es posible integrar y consultar información propia de forma local, utilizando un modelo open source alojado en un servidor u ordenador propio potente, sin depender de servicios externos: “eso elimina el miedo a perder el control. Hay soluciones seguras, pero hay que conocerlas y saber cómo aplicarlas con criterio”.

Francisco subraya la importancia de una formación que no se limite a casos ideales, sino que se base en ejemplos reales del sector agroalimentario. “Los datos agrarios no siempre son limpios ni completos, y precisamente ahí está el aprendizaje. Cuando trabajas con información imperfecta, con registros que reflejan la complejidad del campo, es cuando realmente entiendes cómo aplicar la tecnología con criterio”. Por eso defiende que las propuestas formativas deben acercarse al terreno, incorporar problemáticas reales y fomentar la capacidad de análisis crítico. 

Y, como señala Francisco, ahora más que nunca, es el momento de asumir esa responsabilidad y construir una profesión que mire al futuro sin perder sus raíces.